Es cierto, el amor mueve el mundo.

9 de diciembre de 2012

¡Por fin llegó esa gota que colmó mi vaso particular!

No entiendo porque siempre tenemos que llegar a un límite en cierto modo ‘extremo’, para decidirnos definitivamente a cambiar las cosas que nos perturban la vida. Puede que sea cosa de la paciencia (de esa que tan poca suelo tener y que tanto me sorprende tener con ciertas situaciones o personas).

Pues así es. Por fin ocurrió esa cosa insignificante (ser domingo) que me hizo tomar decisiones que debería haber tomado hace mucho tiempo y que no tomé quizá porque confiaba en que Dios, el Karma o el tiempo pusieran las cosas en su sitio sin tener que hacer absolutamente nada. En realidad, lo único que estaba haciendo era escurrir el bulto (expresión que me encanta, por cierto).

Por fin, tras unos días de análisis profundo, unas cuantas noches sin dormir (que ya suman demasiadas, por cierto) y un derroche de energía interior decidí deshacerme de esas ‘chinitas’ que llevaba en los zapatos y que ya me estaban empezando a molestar demasiado.

Me hice una lista mental de ‘pequeñas cosas que joden’ y pensé seriamente cómo cambiarlas dentro de la cruda realidad y las posibilidades.

Opté por llevar el teléfono móvil en el bolso, en silencio, todo el día. Se había convertido en una prolongación de mis dedos. Me creaba demasiada ansiedad esa ‘necesidad’ de estar continuamente disponible para todo el que quisiese. Pensándolo fríamente, si alguien quiere buscarme por algo importante me localizará a cualquier precio y de cualquier modo. Aunque la pregunta que definitivamente me hizo decidirme a tomar esa tonta decisión fue la siguiente: ¿Realmente, si yo necesitase algo, la gente estaría igual de disponible para mí que yo para ellos? No quise detenerme en pensar la respuesta.

Así hice con muchas más cosas que me creaban ansiedad y estrés de una forma o de otra. En parte, no hace falta ser un experto doctor para saber que la ansiedad y el estrés causan problemas de sueño. Y que si no descansas, no puedes rendir todo lo que esperas. Te conviertes en una especie de espíritu que va por el mundo haciendo de forma mecánica todo lo que tiene que hacer al cabo del día.  

Lo más importante de todo esto, sin duda es que, al fin y al cabo, la culpa de mi felicidad o infelicidad es toda mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Alguna objeción?