Es cierto, el amor mueve el mundo.

27 de diciembre de 2010

Crónica navideña (si es que se le puede llamar así)


La Navidad, ese periodo del año que tanto nos gustaba a todos.
Y hablo en pasado porque, seamos realistas, cuando éramos pequeños molaba mucho. No teníamos cole, nos reuníamos con toda la familia, comíamos turrón de chocolate hasta que nos salían gusanos bailando la rumba por el culo, y encima para colofón un señor gordo vestido de rojo y tres abueletes a lo Benetton (por aquello de un blanco, un negro y un pelirrojo) nos dejaban un montón de juguetes que habíamos pedido.  No sé cómo estaría el tema en vuestras casas, pero en la mía, esos tres señores se bebían cada uno una botella individual de Freixenet, se comían un buen surtido de turrones y mazapanes y sus camellos una palangana de agua y 3 kg. de pan duro.

Si eres un afortunado que vive en una gran ciudad del mundo, digamos…Nueva York, sales a Rockefeller Center a patinar sobre hielo. Está todo nevadísimo, pasear por Central Park es precioso y divertido, que si te tiro una bola de nieve, que si hago un muñeco con los niños…
¿Y de compras? Ir de compras es estupendo, por todas partes hay papá noeles y gente deseándote Merry X-mas. Los escaparates están taaaan bien decorados que te da pena dejar de mirarlos. Yo si viviese allí seguro que mientras fuese por la calle iría escuchando mentalmente villancicos cantados por una voz sensual y dulce de mujer.
Tampoco me hagáis mucho caso porque no he estado nunca en NY y mucho menos en navidad. Es la idea que obtenemos de las películas y de la publicidad.

 
No obstante, comparemos con la navidad aquí: en primer lugar aquí no nieva. A cambio tenemos un frío que pela (relativo si lo comparamos con otro lugares de Europa o incluso de España mismo) y una humedad relativa del 80% que hace que los 5 grados den sensación térmica de -2.
Este punto creo que se va a favor de NY, ya que por lo menos podemos disfrutar de las ventajas de la nieve. NY 1- VLC 0
¿Y qué me decís del árbol de navidad? Ese bonito pino de plástico, más falso que un billete de 30 euros, tan verde y vigoroso, decorado con esas luces de los chinos por las que rezo no produzcan un cortocircuito y se incendie el pino y de paso toda mi casa…
En NY vas a comprar un pino DE VERDAD, recién cortado, y lo eliges a tu gusto: más gordo, más fino, más alto, más bajo, con las ramas separadas o juntas, en verde bosque o en militar. ¡Y además igual encuentras al amor de tu vida, un morenazo de rasgos marcados y cuerpo envidiable que te lo carga con una sonrisa hasta tu casa en su pick-up!
Vale, NY 2- VLC 0
Otro adorno navideño es el Belén. Cuando éramos pequeños mi hermano se encargaba de montarlo junto con mi padre y se pasaba todas las navidades jugando con él. Lo cual os hará pensar: mira que gracioso, así le dabais uso. Pues a mí no me hace gracia, porque conforme pasaban los días podías encontrarte a los Reyes mirando pa’ Cuenca en vez de al portal, los pastores escondidos entre las montañas cuales Bin Laden, los animales desaparecían (conforme pasaban los meses del año los podías encontrar por su habitación), y el serrín que hacía de arena del desierto (o algo así) estaba todo por la alfombra, cosa que le encantaba a mi madre como podréis imaginar.
Ni hablemos pues de las calidades del Belén. Este año estuve mirando belenes y aluciné. Como quieras algo medianamente decente de tamaño y calidad, el presupuesto se te sube a las nubes. Así que, como total es para cuatro días al año y estamos en crisis, nada mejor que el típico belén de tooooda la vida de plastiquete malo y caras deformes. Otro foco de incendio por cierto…

 
Cambiando de tema. Hablemos de la música. Sí, esos villancicos maravillosos de voz femenina NYorkinos que se convierten en niños gritones cantando ‘Ande, ande, ande la marimorena’. ¡Qué letras señores!  ¿Alguien me dice que es la marimorena? ¿ Y, dale a la zambomba, dale al violín? A mí solo se me ocurren cosas muy pervertidas…Otra letra que me hace especial gracia es: ‘Hacia belén va una burra rin rin, yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité’. Vale no quería decir palabrotas para empezar a entrenar para Enero (propósito de año nuevo, no decir más tacos que palabras), pero… ¡¿¡¿¡¿¡¿QUE COJONES ES ESO, NO TIENE NINGÚN SENTIDO!?!?!?!?!?
¿Cómo iba la cuenta? Ahh sí, NY 3 – VLC 0
Por si alguna persona con colesterol  y/o a dieta está leyendo esto voy a reivindicar un poco.  ¡Pobres personas con azúcar o colesterol! ¿Sabes lo jodido que tiene que ser tener encima de la mesa esa gran variedad de turrones empalagosos y (al que le gusten) polvorones y no poder ni mirarlos? ¡Putadaaaa! Aguantar toda la Navidad sin probar bocado debe ser para llorar, yo lo haría cuando viese el turrón de trufa, el de chocolate de Suchard, las bolitas de coco recubiertas de chocolate negro, los Ferrero Rocher…Paro ya, que estoy salivando.
¿Os habéis imaginado como será la Navidad para gente que vive en el otro hemisferio? ¡El calor que pasará el pobre Papá Noel, que viene de Laponia de estar a -30 grados! Eso suponiendo que vaya con su traje rojo y su gorro con borlón blanco, porque espero que no vaya en bañador (¡Dioss, borra esa imagen de mi mente yaaa!). Yo solo os digo que penséis en Nochevieja a 30 grados en la playa...¡Eso tiene que ser muy loco (en el buen sentido)!
Hemisferio sur 1 – VLC 0

Pero ahora hablemos de lo que a mí me salpica, del porqué de este renegar de la Navidad.
SOY ESTUDIANTE. La Navidad para un (buen) estudiante no existe, y si existiese serían los padres. Estás dos días de comidas y cenas familiares pensando: ‘debería estar estudiando’ o ‘que se pare el tiempo en el día 25 porque se me viene una encima que me quiero cortar las venas’, y después de eso: ¡el gran bofetón! el día 26 (o 27) te vas a la biblioteca, ¡con dos cojones! Y aún te deberías sentir afortunado si tus padres no tienen vacaciones y no tienes hermanos pequeños, porque cuando ves que tus padres están libres y se van aquí y allá y tu hermanito pequeño se pasa la mañana durmiendo y la tarde de juerga con sus amiguitos, te entran ganas de arrancarte los ojos (ojos que no ven, corazón que no siente).
Pensaréis que soy una especie de Grinch que odia la Navidad y que quiere acabar con ella, pero nada más allá de la realidad. En realidad, la Navidad siempre me ha gustado. Me gusta pasear por la ciudad con todo ese ajetreo de gente arriba y abajo. Me gusta reunirme con mi familia que vive lejos. Me gustan las comidas navideñas con amigos (demasiado). Me gusta llegar un día de clase a casa y ver que de repente la Navidad ha llegado a casa y está todo decorado con más o menos gracia por mi padre. Me gusta que mi madre siga tratando de sorprenderme (y que lo consiga) con los regalos, aunque ya sea mayor. Me gusta escribir la carta a los Reyes y pegarla en la nevera. Me gusta que mis amigos me feliciten y me deseen lo mejor. Me gusta ir a merendar un buen chocolate caliente. Me gusta ir corriendo en el último momento a por todos los regalos (esto no me gusta tanto, pero lo hago con ilusión). Me gustan los villancicos, pero los buenos. El problema es que no puedo disfrutar todo lo que me gustaría de estas fechas. Disfruto cuatro ratos muertos, cuando me gustaría ir al cine y a pasear todos los días. Pero supongo que eso nos pasa a todos, a los currantes o a los que estudiamos. Por eso me quejo.
Por todo esto propongo que odiemos la Navidad en su justa medida todos juntos, o que ajustemos este periodo por el que hay que pasar sí o sí a nuestras comunes vidas. Que no idealicemos estas cosas como he hecho yo aquí en clave de humor. Que hagamos de cada día de estudio un día menos para terminar. Que pensemos que quedándonos en casa terminaríamos por aburrirnos. Que aprovechemos bien el estudio y así podamos escaparnos una tarde a la semana para reunirnos con nuestros amigos, que andan igual de pringados que nosotros, a tomarnos unas cervezas y reírnos un rato. Y que, aunque para nosotros no sea el mejor periodo del año, deseemos una feliz Navidad a todo el que nos crucemos, porque inconscientemente nos contagiaremos un poco del espíritu navideño.



Feliz Navidad a todos


1 de diciembre de 2010

Breve historia de un amor loco

Recuerdo haber oído leyendas urbanas sobre él. Fama de ligón, egocéntrico, numerero, infiel, le gustaba jugar con las mujeres (con todas a la vez a ser posible), con poca personalidad, o más bien con personalidad muy maleable a pesar de la edad que tenía. Así es cómo me lo describieron, en pocas palabras, las personas que le conocían de la infancia y que en aquellos momentos formaban parte de mi vida debido a veranos de noches muy largas a la par que locas. En resumen, no era querido especialmente por nadie, pero a la vez estaba en boca de todos. 
Y no es que tuviese especial interés en conocer a este personaje en cuestión. Por una parte, para ser realistas, quería ver si era verdad todo lo que decían, porque nunca me ha gustado ser prejuiciosa sin conocer y mucho menos formarme opiniones sobre las personas que no conozco (he tenido que sufrirlo en mis propias carnes muchas veces y no es plato de gusto). Por otra parte,  levantaba más bien poco interés en mí una persona, que por lo visto, encarnaba todas las cosas que odio de la gente en general y de los hombres en particular.
Te contaré como le conocí, todavía lo recuerdo como si fuese ayer (quizá un poco menos). Justo antes de verle por primera vez oí a alguien que decía: ‘Mirad quien viene por ahí…’. Me giré y vi a un chico alto, moreno, delgado, pelo peinado a la moda, con pantalones blancos y camiseta de manga corta. Aparentemente nada del otro mundo. No sé de donde se sacaban eso de que era un ligón, a mí por lo menos me pareció del montón y de los que no me gustan ni para la vecina del quinto. Tras las presentaciones y demás continuamos con la noche yendo a una discoteca cercana. Dentro ya, empezamos a hablar todos con todos, él conmigo, yo con él. Lo cierto es que el ambiente se empezó a distender y la verdad es que estaba a gusto. Recuerdo que para movernos por la discoteca, me cogía de la mano con firmeza pero a la vez como si estuviese estrechándole la mano a su chica o, por lo menos, a un ligue. Me chocaba bastante ésta actitud siendo que me habían presentado como la ‘novia de’, y ese ‘de’ era del grupo aunque aquella noche no se encontrase presente (por suerte para él). Luego hubo un momento de confusión general. Cosas del alcohol, unos se despistan, otros se van detrás de un grupito de chicas, otra parejita se va a casa, etc. y fue aquel, nuestro primer momento a solas. Ese momento se transformó en una hora y algo de conversación animada, dándome cuenta de que nuestros gustos musicales eran si no iguales muy parecidos (y destaco el muy). Me estaba divirtiendo y riendo. Me contaba experiencias en Inglaterra, experiencias con chicas, aficiones…Incluso que la relación con su novia no atravesaba por buen momento. Y yo le contaba tres cuartos de lo mismo, incluido lo del mal momento con la pareja (que así era). Parecía que le había hecho gracia, y eso que, y no lo digo por echarme flores, llevaba puesto lo primero que había pillado del armario por la mañana, porque trabajaba todo el día y para variar iba con el tiempo justo. ¡Ni siquiera me habían informado de que iríamos de discoteca! Vamos, que no lucía especialmente yo aquella noche en aquel lugar repleto de mujeres muy arregladas y bastante operadas (muy típicas por esta comarca). Pero el colofón de la noche no fue el que todo el mundo está esperando. No hubo el más mínimo contacto físico por respeto a mi ‘novio’ (un gran punto por mi parte, que no acostumbraba a ser muy fiel por aquel entonces). Tampoco es que él me insinuase nada explícito, y tampoco intentó abalanzarse sobre mí. Pero como era obvio que habían saltado las chispas y él no estaba dispuesto a dejarme marchar a casa sin más, en otro momento de confusión mientras nos repartíamos en los coches disponibles para volver a casa, se metió en el que iba yo. Y jugueteando por el camino me pidió que le dejase mi móvil con una excusa taaaaan mala que ni recuerdo, momento que aprovechó para apuntarme su número en mi agenda y hacerse una llamada al suyo para quedarse con el mío. Y así es como empezó todo en realidad.
Permíteme que a partir de ahora empiece a dar saltos en el tiempo, y en la historia.
Ahora nos situaremos en nuestra primera cita. Era 6 de Diciembre. Él trabajaba temporalmente de monitor de snowboard en unas muy falsas pistas artificiales que se habían sacado de la manga en la Ciudad de las Ciencias (supongo que para seguir recuperando el pastón invertido en su construcción. Dinero que, temas aparte, en realidad salió de todos nuestros bolsillos contribuyentes.). Y digo lo de muy falsas, porque como es de imaginar por la situación geográfica, las pistas no podían ser ni siquiera de nieve artificial, por lo que eran de una especie de… ¿cepillos? Bueno, pues allá que me fui yo, invitada por él, a aprender snowboard. Y creo que lo que ese día aprendí, no fue dicho deporte, sino más bien a cómo meterte el guantazo del siglo y levantarte como si no pasase nada, sonriendo como diciendo: ¡Uy qué divertido es esto! Bromas aparte, me lo pasé bien. Siempre fui una niña muy intrépida y es algo que no he perdido con el paso de los años.
Vuelvo a hacer un salto en el tiempo para avanzar hasta enero. Empezaba el año que se preveía como un año repleto de nuevas experiencias, y a su lado no fue menos. Dado que él estudiaba en otra ciudad (aunque no muy lejana a la mía) y vivía en un piso de estudiantes, durante la semana, nos veíamos cuando podíamos, y porque no decirlo, cuando a mí se me cruzaban los cables y me iba en tren en su búsqueda. Cosa que no es nada mala si omitimos que al estar en enero, los exámenes estaban ahí y además mi carrera no era de estas que casi te regalan. Pero no nos despistemos del tema principal. En estas escapadas ocasionales en días entresemana, que obviamente ocultaba a mi familia, él venía a recogerme a la estación de tren en su Vespa. Íbamos a su casa y nos pasábamos el día entre las sábanas. Veíamos películas, escuchábamos vinilos de jazz, tomábamos té bien calentito, hablábamos sobre todos los temas abarcables, leíamos e incluso estudiábamos. Sólo salíamos de allí para comer y para ir al baño. Y así transcurría el día hasta que yo me cogía el tren otra vez y volvía a casa.
Como es de imaginar jugármela de esa manera me reportó el peor semestre de mi vida académica.
Después de esta época vinieron otras. Y no siempre mejores. Algunos fines de semana, cuando volvía a nuestra ciudad de origen era difícil verle. Estaba ocupado con un grupo que tenía, con la banda, con los amigos a los que no veía de continuo, con giras por pueblos de toda la geografía…y es que la vida del músico es dura, divertidísima sí, pero dura. Por todas estas ocupaciones le apodé cariñosamente Don Ocupado. Mis visitas empezaron a incrementarse. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. De estas visitas recuerdo una especialmente tensa: Era viernes, yo había ido a pasar la noche el jueves. Tenía pendiente de entrega para ese día como fecha límite un trabajo que significaba el 60% de una asignatura. Como suele pasar con los trabajos en grupo, no lo tienes atado hasta el último momento, y en este caso, como suele pasarme a mí en particular, era yo la que tenía que terminar de releerlo, editarlo, imprimirlo y entregarlo. El trabajo completo estaba en mi poder y dependía de mí. Cuando Don Ocupado y yo nos dispusimos a ir a nuestra ciudad para entregar en mi universidad el maldito trabajo nos encontramos con que su coche de hacía 25 años no arrancaba.
- ‘Si empujamos arranca seguro, porque esto me está pasando ya desde hace unas semanas.’
- ‘¡¡¡Por mi perfecto, pero está cayendo el diluvio universal y el coche está aparcado en cordón!!!
- ‘No pasa nada. Yo quito el freno de mano, voy maniobrando y a base de empujar hacia delante y hacia detrás conseguimos desaparcarlo y empujarlo por la siguiente calle que está a 100m y es cuesta hacia abajo.’
- ‘¡¡¡¡¡¿Pero no será mejor llamar a la grúa cuanto antes? Más que nada porque dentro de 2 horas como mucho tiene que estar el trabajo en la mesa del profesor, hay una hora de camino hasta la universidad y tengo que imprimirlo todavía!!!!
- ‘No, no, tu hazme caso.’
Hicimos bajar a uno de sus compañeros de piso para que ayudase a empujar. Después de mil empujones y otras tantas maniobras empezamos a encarar el coche por una avenida repleta de coches que no paraban de pitar (lógicamente). Y cuando doblamos la esquina, empezamos a correr con todas nuestras fuerzas, como si nos fuese la vida en ello (a mi por lo menos me iba una asignatura). El coche no consiguió arrancar (la correa de distribución estaba rota. Los que sepan un poco de mecánica sabrán que aquella tartana no podría andar en la vida). ¿Qué cuál fue el desenlace? Pues conseguí entregar el trabajo en el último momento. ¡Aaaah, y llegamos a la ciudad subidos en la cabina de una grúa!
He de decir que ésta es una de mis anécdotas favoritas y que nunca olvidaré. Es como el guión de una película de bajo presupuesto (y mala) española.
Podría estar mucho más tiempo contando vivencias, pero se supone que la duración máxima del lector ha de ser 30 minutos y pretendo cumplir.
Volveré a saltar en el tiempo para ir a la época en la que me volví del todo desequilibrada. Y llegados a este punto, siento decir que la culpa no fue mía.
Mis encuentros con Don Ocupado empezaron a ser cada vez más espaciados y más inesperados. Y he aquí el problema. Sus apariciones y desapariciones cada vez me dejaban más desconcertada: que si ahora es tu cumpleaños y desaparezco, que si aparezco un martes a las 9 de la noche, que si un día estás tan tranquila en la universidad y aparezco en mitad de la comida, que si ahora me voy fuera y no vuelvo en una semana…Todo ello contribuyó a que empezase a no planificar mi vida ni mi tiempo libre (por si aparecía en cualquier momento y ya no había posibilidades de verse en dos semanas más. ¡¡TENÍA QUE ESTAR PREPARADA!!) y a que mi cuerpo entrase en una especie de estado permanente de alerta. Hasta tal punto que me sentía estresada, dormía mal, iba de un lado a otro sin hacer nada, me mordía la uñas, lloraba por todo y por nada, me enfadaba por la cosa más estúpida imaginable, pasaba por estados de felicidad y tristeza aleatorios, no podía concentrarme en nada de lo que hiciese… Era como dormir con un ojo abierto, como estar en un punto indeterminado entre algo y nada.
Y entonces llegó el verano. Su verano en Inglaterra. Mi verano trabajando. Al principio me lo tomé muy bien, hablábamos bastante por el siempre imprescindible en las relaciones a distancia Skype, y yo le había prometido escribirle algo todos los días en una libretita (cosa que cumplí hasta el último momento). Pero la comunicación calló exponencialmente con el tiempo. Hasta el punto de estar días y días sin hablar y no importarme lo más mínimo. A él tampoco debía importarle mucho, puesto que, como me confesaría tiempo después, se lo pasaba requetebién con una inglesa.
El desenlace de este ‘amor loco’ está ya bastante claro. Nuestros caminos se terminaron de separar por completo, cosa que le vino muy bien a mi estado mental y físico (apenas me quedaban uñas). A ambos nos vinieron nuevas oportunidades y nuevas experiencias, con la ventaja de lo ya vivido y compartido. Y con el tiempo hemos sido capaces de ser, en mayor o menor medida, amigos. Al fin y al cabo a él le debo muchos momentos buenos, muchos grupos descubiertos, muchos conciertos inolvidables, mi gran afición a día de hoy (el snowboard), una parte de mi madurez actual y otra parte de saber qué es lo que realmente busco y qué es lo que no quiero.
La conclusión de todo esto es EXPERIENCIAS y CRECIMIENTO, por lo que me alegro a día de hoy poder contar esta historia.


Como esto se termina ya, aprovecho para disculparme por si alguien se ha sentido ofendido, o mal retratado, o por si alguien esperaba más en el contenido. He intentado abreviar al máximo, ser respetuosa y no olvidarme de mi querida ironía.

12 de noviembre de 2010

El pasado pasado es.

Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que escribí. Más de un año. Y ahora estaba releyendo lo último que publiqué y recordando aquellos tiempos horribles, que no culminarion sino con el peor verano de mi corta (depende de como se mire) vida.
Y tengo buenas noticias. No sólo (si es que se escribe todavía con acento, con estas últimas renovaciones de la RAE que nos traen de cabeza a todos) conseguí superar esa vorágine, sino que además conseguir encauzar (¡y de qué manera!) mi vida.
Digamos que he pasado del negro al blanco, aunque no tan radicalmente, puesto que para llegar al blanco he tenido que ir pasando mes a mes por la escala de grises.
Y ahora no voy a ponerme a explicar qué ha cambiado y por qué ahora me encuentro en el color blanco (por aquello de seguir con el símil de los colores), porque si anteriormente ya dije que no me gustaba nada el victimismo, ahora digo que tampoco me gusta expresar en exceso lo maravillosamente que se porta la vida conmigo. No lo veo justo y menos interesante todavía.

He de reconocer (cambiando de tema) que si no he publicado nada en este último año y medio ha sido porque había olvidado por completo que tenía un blog (y no es broma). De hecho he tenido que hacer un gran esfuerzo por recordar la cuenta de correo que se correspondía con el registro y para la contraseña, adivinad, le he dado al botón de ''olvidé la contraseña''. Muy triste. Más triste todavía es no recordar siquiera el nombre del blog....¡con lo fácil que es: 30 minutos!

Por hoy basta. Tengo muchas cosas que hacer. La electrónica digital es un mundo demasiado extenso como para tener un examen en 5 días y no haber empezado aún.

See you soon!