Es cierto, el amor mueve el mundo.

15 de octubre de 2013

Agua turbia

'Siempre digo que si al agua turbia la dejas quieta, se decanta, se aclara. Eso me fue pasando por dentro. Empecé a tener claridad interior y a encontrar el sentido.' Juana Samper Ospina (Llueven ranas en La Mancha) 

8 de octubre de 2013

Historia sobre ELLA

Sólo había oído un par de historias sobre ella. Una de ellas era la típica que todos/as (y marco ambos géneros porque en este caso, afecta en igual medida, y el que diga lo contrario ¡miente!) ansiamos conocer. Por mera curiosidad o simplemente para autodespertar (palabra que me acabo de inventar) esos celos internos que en mayor o menor medida no solemos exhibir.

Pues bueno, no es que tuviese especial (ningún) interés en conocerla o verla, al fin y al cabo, eran cosas muy del pasado y que, si analizas (bastante) fríamente, no deja de ser una mera anécdota o un recuerdo de infancia, que, incluso no tiene por qué ser bueno.

La verdad es que no pensé en ella nunca (nunca) hasta que supe que iba a conocerla. Fue entonces cuando mi vena de arpía se despertó del letargo y me picó la curiosidad de saber cómo era. La parte más maligna de una mujer desea, en estos casos, que ya no sea todo lo hermosa que fue, que esté desmejorada, con patas de gallo, dentadura desfigurada, que no haya tenido ningún éxito profesional digno de mención, que la vida en general no la haya tratado ni bien ni mal, pero sobretodo (sobretodo), que esté más gorda que tú (insisto en esto último). Reconozco que una diminuta (arpía) parte de mi lo deseó (¡soy mujer, que le vamos a hacer!).

Y llegó el momento. Y, efectivamente, era maravillosa.

Su pelo era precioso, brillante, negro (natural, detalle importante, las mujeres sabemos a qué me refiero). Su cintura estrecha, sus pechos (naturales también) estaban totalmente compensados y proporcionados con todo su esbelto cuerpo. Tenía esa voz dulce y melodiosa que ni es cursi ni estridente, ese tipo de voz que te embelesa hasta el punto de que tu mente se limita a oír, sin escuchar.

Cuando se acercó a mí para presentarse me mostró una amplia sonrisa con unos preciosos dientes totalmente alineados y del color de las perlas. Si hubiésemos sido dibujos animados habría salido un destello brillante en ese momento. Iba perfectamente vestida, con un look desenfadado y cómodo pero que denotaba su buen gusto por la ropa y su elegancia. Cada minuto que pasaba me iba dando cuenta de sus maneras, su finura, su forma de gesticular, de mirar con sus grandes ojos, de sonreír… ¡Creo que me estaba gustando hasta a mí!

Como ya he dicho, cada minuto me deleitaba más su presencia. Espero que ese deleite interno que estaba experimentando no se reflejase en una mirada fija y una sonrisa como de borracha, porque sólo de pensarlo ya quiero esconderme a 1000m bajo tierra. Me deleitaba entre otras cosas porque cuando hablaba denotaba su inteligencia, su saber estar y su simpatía. ¡Y todo eso en una cena informal una noche de verano! No me extrañó entonces que resultase tener cierto éxito profesional, me la podía imaginar en una reunión formal debatiendo ciertos aspectos importantes de su empresa.

Como cabe imaginar, después de mi primer laaaargo análisis empezó la procesión interna. Me sentí vulgar, basta y desproporcionada (físicamente). Esa mujer desprendía sofisticación y cierto grado de inalcanzabilidad (paradójicamente, puesto que se mostraba cariñosa y cercana con todo el mundo, incluída yo misma, a la que acababa de conocer), y yo en cambio, ¿qué?, yo no resultaba nada interesante a su lado. Me pregunto si alguien más estaría comparándonos en ese momento, cosa que, espero que no fuese así, porque claramente teníamos una perdedora (yo).

En general nunca me he considerado una persona insegura, me quiero bastante y mi máxima de ‘vive y deja vivir’ hace, entre otras cosas, que no tienda a compararme con nadie ni quiera ser ‘como nadie’. Me gusta ser yo misma, con mis virtudes y mis (muchos) defectos. Desenfadada pero preocupada por mi imagen, no le doy demasiada importancia a muchas cosas que las mujeres sí suelen darle. Muchas personas me han dicho que era bastante ‘chico’ en ciertos aspectos (de mentalidad), aunque, como ya veis, finalmente, los instintos son femeninos totalmente. Aquel día no sé qué me pasó pero de golpe me vinieron todo ese tipo de pensamientos negativos que tenemos, especialmente en la adolescencia, y que se supone que superas conforme pasan los años. ¡Algo inédito en mí sin duda!

Supongo que somos críticos con nosotros mismos porque nos vemos desde dentro y, hasta cierto punto, aunque creamos que proyectamos al exterior cierta imagen nuestra, habría que preguntar (no sé si es buena idea en realidad) cuál es la imagen real que perciben las personas que tenemos alrededor.

En cuanto a ella, pues ya veis, sufrí una especie de ‘flechazo’ personal, y aunque circunstancialmente sé que es posible que no vuelva a verla nunca más, me encantaría volver a hacerlo, porque, la verdad y a pesar de todo, ¡me fascinó por completo!